Las ventanas de la derecha corresponden al salón y a la
pequeña terraza de un bloque de apartamentos en la calle Soleyjargata de
Reykjavik en donde monté mi cuartel general durante mi visita a aquél país.
Delante un tranquilo jardín y mucha paz, mucho silencio, mucha tranquilidad...
y hasta el sol que los días que salía le tomaba tanto gusto a aquello que no se
iba ni por la noche. Por eso, porque en Islandia el sol es un lujo que hay que
aprovechar, las casas cuentan con enormes ventanas para que entre toda la luz
posible y carecen de persianas; a todo lo que llegan es a una tímida cortina o
visillo, pero no lo suficientemente tupidos como para impedir que la luz entre
en las casas.
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