Siempre que hablo del viento permanente que hay en Islandia
y de lo rápido que cambia el tiempo, parece que exagero. Sin embargo, una buena
prueba de ello la constituye el tiempo –unos minutos- que dedicamos a ver esta
iglesia moderna situada en el barrio de Seltjarnarnes, en Reykjavik, y hacernos
allí unas cuantas fotos. Pues bien, en ese lapso de tiempo lo único que
permaneció fue el viento, porque estuvo nublado e hizo frío, salió el sol e
hizo calor, volvió a nublarse, volvió a salir el sol... y así no sé cuántas
veces.
También puede apreciarse en esta foto lo acertado del mote
que me puso mi amigo islandés: “Pelos de susto”. Está claro que el viento se
divertía jugando con mis cuatro pelos.
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