jueves, 28 de febrero de 2019

Un reportero… polar


Aquí me tenéis, al más puro estilo reportero de televisión, dando la entrada a las entrevistas que haría a continuación. 
El encuadre no puede ser más televisivo: a la izquierda un perfecto plano del boquete que el rompehielos Sampo había hecho en el mar y que –iluminado por los focos- dejaba ver a algunos arriesgados bañistas que se lanzaban a las negras y gélidas aguas; a la derecha el presentador con su micrófono en mano, y más a la derecha algunos de los bañistas a lo que iba a entrevistar…

martes, 26 de febrero de 2019

Y después del baño en agua helada, a trabajar


Después de un refrescante baño en las heladas aguas del mar Báltico no tuve tiempo de quitarme el traje especial ya que debía seguir ahí fuera, al aire libre, caminando sobre la superficie helada del mar, para entrevistar a otros intrépidos bañistas. 
Así que cogí el micrófono, le di las indicaciones pertinentes al cámara, y volvía experimentar esa extraña sensación de caminar por la superficie helada del mar…

domingo, 24 de febrero de 2019

La pesca del atún en el Ártico


A quien diga que en el Ártico no se pescan atunes, enseñadle esta foto. Menos mal que no se utilizaban ganchos para sacarnos del agua, sino solo la fuerza de las manos y la pericia que da la práctica de sacar a tanto turista intrépido que se embarca en estas aventuras. Si para meterse en el agua hacía falta ayuda, aunque no era imprescindible, os puedo asegurar que para salir del agua sí que era necesaria. Si intentabas por tus medios agarrarte al borde helado del mar, te escurrías sin remedio. Como además la profundidad debía ser mucha (estábamos en alta mar) no había ningún sitio donde poner el pie para hacer palanca o dar impulso. Sin la ayuda que nos prestaron para sacarnos del agua como torpes atunes hubiéramos permanecido el mar para siempre.

viernes, 22 de febrero de 2019

Ágiles movimientos natatorios


Aquí me tenéis bañándome y jugando en el agua del mar Báltico a menos muchos grados bajo cero. Afortunadamente el traje de goma dejaba entre nuestro cuerpo y el traje un amplio espacio para el aire, el cual nos permitía flotar libremente como alegres muñecos Michelin. Con ágiles movimientos de las manos, demostrábamos nuestra pericia natatoria y todos menos uno, disfrutamos de aquél inusual baño en el mar. ¿Qué le pasó a eso uno? Pues que su traje tenía algún pequeño corte y comenzó a entrarle agua. A esas temperaturas, ya os podéis imaginar la sensación que tuvo y los gritos que pegó hasta que lo sacaron del agua.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Al agua patos


Tan torpes como los patos en tierra firme, así caminábamos nosotros por la superficie helada del mar, e igual de torpes estábamos a la hora de meternos en el agua. En esta imagen se puede ver la consistencia de la capa helada y lo difícil que resultaba introducirse en el agua. De igual forma cabe pensar (menos mal que en aquél momento no lo pensamos) qué pasaría si alguno de nosotros se colaba por debajo de la capa helada: la corriente del mar lo arrastraría y sería imposible no ya rescatarlo sino ni siquiera localizarlo. Hay ocasiones en que más vale no ser consciente de los riesgos que se corren y sí en cambio disfrutar como niños.

lunes, 18 de febrero de 2019

Una cruz en la espalda… por si acaso


Y ya estábamos listos para sumergirnos en el mar helado. La tarea no era fácil ya que el traje de goma que llevábamos encima de todas nuestras habituales capas de ropa no dejaba mucha libertad de movimientos, pero para eso estaban los ayudantes dispuestos a facilitarnos la entrada en el agua.

Una de las cosas que más llamaba la atención era la cruz blanca, en material reflectante, que todos llevábamos en la espalda. No era la bandera de Suiza ni nada parecido sino simplemente una forma de tenernos localizados por si alguno se alejaba más de la cuenta en medio de la negrura del mar y cualquier nueva grieta que pudiera aparecer en la quebrada superficie helada del Báltico.

sábado, 16 de febrero de 2019

Pie a hielo


Del rompehielos salió una escalerilla que se posó sobre la helada superficie del mar. Ataviados con nuestros trajes de goma fuimos bajando y pisando con cierta precaución la capa de hielo que cubría el mar. Sin embargo no había peligro, era tan gorda esa capa de hielo que aguantaba perfectamente todo nuestro peso e incluso los saltos que dimos algunos para comprobar su dureza. Además, en el camino que llevaba desde la escalerilla hasta esa especie de laguna negra o boquete inmenso que había abierto el rompehielos para que pudiésemos bañarnos, lo habían señalizado con antorchas clavadas directamente sobre el hielo.
Uno tras otros fuimos caminando por la superficie del mar hasta llegar a esa zona de agua completamente negra que contrastaba con el hielo de su alrededor y estaba perfectamente iluminada por los focos.

jueves, 14 de febrero de 2019

Parada en alta mar… o en alta hielo


Al cabo de unas horas de viaje, el barco se detuvo y ante la sorpresa general los organizadores del viaje nos preguntaron: “¿Quién quiere darse un baño?”. Nos quedamos estupefactos, así que nos explicaron que el barco se había parado en alta mar (o en alta hielo como digo en el título de este post) para que todo aquél que quisiese se bañase en las heladas y oscuras aguas del mar Báltico. Afortunadamente el “traje de baño” lo proporcionaban ellos y según nos dijeron nos haría flotar sin peligro en el agua y sin sentir el frío reinante.
Al igual que muchos, estuve un rato pensándomelo, pero me di cuenta que si no lo hacía en esa momento seguramente no tendría otra oportunidad en mi vida para hacerlo, así que me decidí a darme tan singular baño, para lo cual ni siquiera había que desvestirse, sino sólo ponerse un traje de goma especial encima de la ropa que llevábamos puesta…

martes, 12 de febrero de 2019

El mayor frío registrado


Desde la cubierta del rompehielos podíamos ver cómo el barco avanzaba lentamente quebrando la superficie helada del mar Báltico, al tiemplo que un ruido ensordecedor atronaba nuestros oídos, y eso que ya nos habíamos puesto otra vez el casco, mono térmico, guantes, etc.
Como el barco se dedicaba básicamente a la actividad turística, iba provisto de unos fuertes reflectores que iluminaban la superficie del mar y así, a pesar de la oscuridad reinante, se veía perfectamente el sublime espectáculo de la proa del barco rompiendo el hielo y dejando al descubierto un agua completamente negra fruto de la oscuridad reinante.
Pero si allá en tierra firme, cuando subimos al barco, la temperatura era de -20ºC aquí debía ser mucho mayor, es decir, mucho más baja, a lo que había que sumar la sensación térmica de frío que siempre da el viento y el entorno de ese mar completamente helado.
Me armé de valor y me quité los guantes para hacer algunas fotografías… pero la cámara no respondió, se había colapsado al no estar preparada para soportar ese frío. Otros compañeros sí pudieron hacer algunas fotos, quizás porque sus cámaras eran mejores o porque las habían guardado debajo de la ropa hasta el momento de usarlas, pero la mía ni con masajes cardiorrespiratorios y térmicos fue capaz de reaccionar. Menos mal que sólo fue un colapso y no la muerte cerebral permanente, porque varias horas después, ya en el interior del barco, recobró la consciencia.

domingo, 10 de febrero de 2019

Mi cámara de fotos y yo, antes de colapsar


Aquí me tenéis a bordo del rompehielos Sampo provisto de mi cámara fotográfica para inmortalizar aquél viaje inolvidable. Como podéis apreciar estoy sonriendo porque disfrutaba tomando fotografías dentro del barco y aún no había subido a cubierta. Fue entonces, cuando sentimos que el barco soltaba amarras y se ponía en movimiento, y al cabo de unos minutos comenzamos a escuchar un preocupante ruido, como si alguien estuviera estrujando literalmente el barco tal como hacemos nosotros cuando arrugamos un hoja de papel. Ese ruido era el que producía la proa del barco al romper el hielo para abrir un camino navegable.
Algunos de nosotros decidimos subir a cubierta para contemplar el espectáculo. Yo iba provisto de mi cámara fotográfica sin saber que la última foto que acababa de tomar en el interior del barco iba a ser la última…

viernes, 8 de febrero de 2019

Del frío al calor


Una vez dentro del barco, la diferencia de temperatura era tan grande que rápidamente había que quitarse el mono térmico. 

Después, entre unas cosas y otras, fuimos tomando asiento y un café reconfortante que daría paso más adelante a barra libre de todo tipo de bebidas y aperitivos; pero la aventura no se iba a vivir dentro del barco sino fuera…

miércoles, 6 de febrero de 2019

El rompehielos Sampo


Nuestra siguiente aventura fue un viaje en el rompehielos Sampo a través del mar Báltico que estaba completamente helado, pero para eso íbamos a subir a un rompehielos: para romper el hielo. Ataviados con nuestros monos térmicos llegamos al puerto de Kemi y allí esperaba este barco que está preparado para brindar a los turistas una de las experiencias más emocionantes y diferentes que se pueden vivir, sobre todo para los que venimos de países cálidos.
Aunque por la imagen podéis ver que es de noche, en realidad eran las cinco de la tarde, pero en el mes de enero a esa hora es noche cerrada. En cuanto a la temperatura no varió a la de días precedentes, oscilando siempre entre -18ºC y -20ºC pero –insisto- paso más frío en Madrid a 7ºC sobre cero que allí a esas temperaturas. Como dice un refrán nórdico, “no es que haga mal tiempo, es que no llevas la ropa adecuada”. Por eso, a pesar de aquellas bajas temperaturas, gracias al mono térmico que llevábamos encima de la ropa apenas si sentíamos frío… aunque no siempre fue así…

lunes, 4 de febrero de 2019

La entrega de las medallas


Por la noche, durante la cena, tuvo lugar el acto de entrega de medallas a los ganadores de aquellas peculiares Olimpiadas de Invierno, y el equipo ganador fue el de los Renos, es decir, el de los vascos, es decir, el mío (un manchego acogido por los vascos). 
El presidente de la compañía entregó las medallas y tras enlazarlas al cuello saltamos y cantamos de alegría entre los aplausos de los dignos y deportivos equipos competidores.
Por cierto, las medallas no podían ser más ecológicas: de madera.

Y como la foto anterior no es muy buena y este grupo de campeones merece todo el reconocimiento y honores, aquí dejamos a continuación otra foto de un posado más reposado:




sábado, 2 de febrero de 2019

El sol en el horizonte


Durante los meses de invierno en Laponia, el sol nunca se levanta, sólo se asoma tímidamente sobre el horizonte tres o cuatro horas… si es que le dejan las nubes.

Después de competir animadamente en toda una serie de pruebas de nieve llegó el momento de regresar al hotel y así lo hicimos en nuestras motos de nieve, mientras ese tímido sol que se había asomado por el horizonte, daba ahora señales de querer retirarse a dormir. Las luces de las motos se fueron abriendo poco a poco paso ante la oscuridad que avanzaba de nuevo.