El desayuno que nos ofrecieron fue muy abundante y variado,
con alimentos típicos de Islandia. Entre ellos destacaban estos huevos, de
pájaros (quizás charranes) que anidan en los acantilados y que son muy
apreciados. Parecen huevos de “camuflaje” y no hay dos que tengan las mismas
manchas. Son de gran tamaño, como dos o tres veces uno de gallina, y su yema es
de un amarillo potente. Pero más allá de su “diferente” aspecto en comparación
con los de gallina, su sabor, aunque más fuerte, es agradable. Según dice, dan
muchas más calorías –en comparación con los de gallina- lo cual es necesario
para combatir el frío. Con unos huevos de gallina, hubiéramos tiritado.
Aquél desayuno fue una bendición que nos despejó y nos
reanimó para afrontar el día, un día cargado de nuevas experiencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario