Por fin llegó el momento tanto tiempo esperado y embarcamos
en un avión de Icelandair para dejar París rumbo al aeropuerto de Keflavik.
Nunca me importó menos el tener que madrugar. Cuando la noche anterior me
acosté en mi habitación del Hotel Ibis del aeropuerto lo único que deseaba era
que transcurriesen rápido esas pocas horas. Creo que ni siquiera fue necesario
el despertador. Aún de noche, cogimos el autobús para la terminal y pronto
estuvimos dentro del avión. El más inolvidable viaje de mi vida iba a comenzar.
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