sábado, 12 de noviembre de 2016

La vida en Islandia (y 2)

El carácter de sus gentes es amable y tranquilo, son educados y respetuosos, cultos y también independientes y reservados. La vida allí es completamente relajada, sin prisas ni agobios, y aunque desde fuera pueda parecer aburrida, hay diversión más allá de sus propias casas y, desde luego, una vida cultural muy activa.

Su idioma apenas si ha sufrido cambios desde que llegó el primer habitante a la isla en el año 874 y es bastante complicado, teniendo incluso tres letras propias. Es el mismo idioma (el antiguo norse) que hablaban todos los pueblos vikingos y que aquí se ha mantenido virgen sin que surjan del mismo grandes variaciones ni nuevos dialectos. Su ortografía aún mantiene el uso de letras de la antigua lengua nórdica: son la letra æ Æ (una mezcla de “a” y “e”), ð Ð (como la “d” que figura al final de las palabras españolas) y la letra þ Þ (una mezcla de “z” suave).

Los islandeses han estado poco comunicados y se han mezclado poco con el mundo exterior, con otras razas y culturas, a lo largo de los siglos. Se dice que son algo endogámicos, y es cierto que cualquier islandés que acceda a “El libro de los islandeses” puede encontrar su árbol de familia. En la mayor parte de los casos, este árbol genealógico está documentado hasta el siglo XVI, y en algunos casos hasta mil años atrás. Disponen de excelentes registros de nacimientos y enfermedades desde hace seis siglos y esto ha supuesto  una   fuente   valiosísima  para  estudiar   su    código genético. Esta información, que en otros países está firmemente restringida, aquí está al alcance de todos ellos y se ha aceptado por los beneficios en salud que se pueden derivar de la misma para todos los habitantes. Sus computadoras contienen información sobre todos los ciudadanos, sus antepasados y sus enfermedades durante casi los últimos mil años.

Finalmente, otro ejemplo de su diferencia, es que no tienen DNI como en España o los demás países europeos, sino sólo un número nacional de identificación, el Kennitala, algo imprescindible para cualquier actividad, desde pagar los impuestos hasta alquilar una película en el videoclub.

jueves, 10 de noviembre de 2016

La vida en Islandia (1)

Vivir en Islandia tiene, como en cualquier otro país, sus ventajas y sus inconvenientes. Este país ha sido reconocido por sus propios habitantes como el mejor lugar para vivir y es cierto que es uno de los países con más alto nivel de vida, al igual que también posee la esperanza de vida más alta. A ello puede contribuir el que su entorno sea el más saludable de Europa: ciudades sin humo junto con el aire y el agua más limpios del continente. Son pocos habitantes (320.000  en más de 100.000 km2) y no hay ni aglomeraciones ni grandes fábricas que contaminen. Su naturaleza es una de las últimas que quedan en nuestro planeta en estado virgen. Por otra parte, la seguridad social y el sistema educativo son de alta calidad y los islandeses se encuentran entre las personas más cultas de Europa.

Los precios son bastante altos, pero también los salarios, y el trabajo es algo en lo que todos se empeñan desde la juventud, compatibilizándolo con los estudios, al menos durante los períodos de vacaciones. Desde muy jóvenes saben lo que es el trabajo y el estudio. La mayoría de las personas dispone de casa propia, buenos coches y toda clase de comodidades. Los impuestos son muy altos, pero también lo son las prestaciones sociales.

En el lado negativo cabría señalar su climatología y los largos inviernos sin luz solar. Incluso los islandeses, adaptados a ello, se deprimen y –relacionado o no con este hecho- Islandia presenta uno de los índices de suicidio más altos de Europa. Salvo las grandes ciudades como Reykjavik (la capital) y Akurery   (en  el  norte),    no  hay   prácticamente  nada  salvo glaciares, volcanes, desiertos de lava, ríos, animales y pequeños pueblos. La vida humana se concentra en muy pocos lugares y casi ninguno de ellos multitudinario, tal como acostumbra a ser en la mayor parte de la Europa continental.