viernes, 30 de julio de 2021

¡Cómo cambian las cosas!

Cuando yo era pequeño (mitad del siglo XX) leí que en Islandia no había árboles, que siglos atrás talaron los pocos que había para construir casas y barcos y después, con tan inhóspito clima, apenas si habían quedado árboles y si crecía alguno lo hacía de forma débil constantemente abatido por el viento y el frío.
 
¿Qué decir de un país que ama y respeta la naturaleza y sabe convivir respetuosamente con ella? Porque así son los islandeses. Desde entonces han estado cuidando su naturaleza y hoy en día son muchos los árboles e incluso bosquecillos que se pueden ver por Islandia. No es nada comparable, por supuesto, a los bosques de Europa central, por ejemplo, porque en Islandia y viento constante, el frío y las heladas, frenan la proliferación de los árboles que nunca llegan a alcanzar un gran porte. Sin embargo cada vez hay más árboles en este país a pesar de las permanentes adversidades climatológicas.
 
Puedo decir con eterno agradecimiento la suerte y el honor que tuve al permitirme contribuir a este resurgimiento de los árboles en Islandia. Cuando visité este país me invitaron a plantar un árbol y así lo hice. Hoy día sigue creciendo igual de fuerte que mi amor por este país y por sus gentes.
 
En la imagen, el árbol que planté y sigue creciendo allí.
 


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viernes, 23 de julio de 2021

¿Conduces o te conducen?

Nos creemos dueños de nuestros actos. Estamos seguros de ser nosotros mismos quienes elegimos el camino que queremos seguir, lo que queremos hacer, los momentos en que queremos parar, lo que queremos mirar... Sin embargo no deberíamos estar tan seguros de ello. Pongamos un ejemplo.
 
Cogí el coche para desplazarme hasta el otro extremo de la ciudad. Tenía que llegar hasta el laboratorio fotográfico al que habitualmente llevo a revelar los carretes de fotos y en esta ocasión se trataba de las fotografías de mi reciente viaje a Noruega. Después de muchos años de ir allí, me conocía infinidad de caminos posibles, y conocía también cuáles eran los mejores a cada hora del día. No siempre era fácil llegar, y según hubiese mucho tráfico o poco, era preferible elegir una forma de acceso más directa u otra dando más rodeo pero por calles menos transitadas. En esta ocasión, había tráfico y había poco tiempo; tenía que llegar antes de que cerrasen.
 
En consecuencia elegí uno de los caminos habituales a través de la M-40 para bordear Madrid y llegar a dicho punto de destino a través de una serie de calles que conocía muy bien y que ofrecían diversas alternativas todas ellas bastante favorables.
 
Al principio todo fue bien... hasta que llegué a la M-40 y al poco de entrar en ella me di cuenta del error que había cometido: un atasco de proporciones gigantescas y en el que no había salida. En efecto, me encontraba de repente rodeado de  coches  parados  por  todas  partes y no se vislumbraba ninguna posibilidad de salir por un lateral, hacer un cambio de sentido y volver a casa o intentar ir por otro camino.
 
La primera reacción fue de sorpresa, la segunda de enfado, la tercera de desesperación, la cuarta... de resignación. Si no podía llegar a tiempo ese día, por más que lo intentase no lo iba a conseguir, así que era mejor tomarse las cosas con calma, esperar a llegar a algún punto que me permitiese escapar del atasco y regresar de nuevo a casa. En realidad lo único que iba a perder era una parte de mi tiempo libre, ¡vaya! precisamente lo más valioso (por lo escaso) que tenía.
 
El reloj seguía pasando y ya era evidente que se hacía imposible llegar a tiempo. Al cabo de un rato vislumbré una salida a la derecha, un camino por el que jamás había pasado y además, era de noche, con lo cual resultaba más difícil orientarse. Sin embargo no me apetecía seguir en el atasco y prefería adentrarme por calles desconocidas a fin de encontrar algún camino de regreso.
 
Tras desviarme por esa salida, pensé (ojo, ¿seguro que fui yo el que “pensó”?) que si pasaba a la vía de servicio del otro lado de la M-40, que es de doble sentido, a lo mejor podía saltarme todo el atasco que había en esos momentos. Entonces giré, en un sitio en el que estaba prohibido, para pasar al otro carril y, cruzando un puente, alcanzar la vía de servicio. Inexplicablemente, la vía de servicio estaba completamente vacía, y pude circular bastante ligero justo al lado de todos los carriles de la M-40 que en aquellos momentos todavía seguían colapsados.
 
Era de noche, la vía de servicio no estaba iluminada, comenzaba a desviarse de la M-40, y yo me iba adentrando por unas calles en las que jamás había estado. A pesar de ello sentí como una mano que me guiaba y me decía por dónde debía ir.
 
A veces la calle llegaba a un cruce en donde debía tomar una decisión para elegir un camino por el que continuar. No tenía ni idea, así que iba tomando las decisiones según dictaba mi intuición. Después de unos cuantos minutos de aquél insólito recorrido que, estoy seguro, no sería capaz de repetir, ni siquiera a la luz del día, me encontré en una glorieta que conocía... realmente, el sitio al que me hubiera gustado llegar a través de aquél inmenso atasco. Sin embargo lo había alcanzado por otros caminos... inverosímiles.
 
Tanto fue así que tres minutos antes de que cerrasen el laboratorio fotográfico llegué al mismo y pude entregar los carretes que quería. Después, ya pude regresar por uno de los caminos habituales, con tráfico normal, hasta llegar a casa. Y durante el viaje iba pensando en ¿cómo era posible que hubiera podido escapar del atasco, llegar a aquella glorieta y llegar a tiempo a mi destino? Me di cuenta de que no había sido yo el que conducía, que realmente “alguien” me había conducido.
 
Y esa sensación la he tenido muchas veces. Y pienso que todos podríamos sentirla si abriésemos los ojos de la mente y nos hiciésemos más receptivos para captar esas pequeñas cosas, esos pequeños detalles de misterio que impregnan toda nuestra vida. ¿Por qué, de pronto, cambiamos nuestros planes y hacemos otra cosa en la que no habíamos pensado? ¿Por qué, en un momento dado, miramos o decimos tal cosa en la que antes no nos habíamos fijado?


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viernes, 16 de julio de 2021

Un loro noruego muy simpático

Esta es una historia real que demuestra la enorme profesionalidad de los carteros, aunque los de este ejemplo no sean españoles, sino noruegos.
 
Era el año 1900 y tenía un amigo noruego con el que mantenía un curioso intercambio: Yo le enviaba sellos españoles para su colección de sellos y él me enviaba cintas de vídeo en donde grababa programas de la televisión noruega. Tan grande era mi amor por Noruega que sentía la necesidad de meterme en su ambiente, de conocer mejor el país, sus gentes, sus costumbres.
 
Como yo no sabía noruego, mi amigo elegía aquellos programas donde la voz no tenía demasiada importancia porque las imágenes eran lo suficientemente explicativas como para darme una idea de lo que allí se contaba.
 
En uno de aquellos vídeos me encontré un día con un reportaje en donde aparecía un loro muy simpático que hablaba noruego, imitaba el timbre del teléfono, le gustaba ducharse, era muy cariñoso… vamos, una delicia de mascota. Además era idéntico a un loro que tuve en mi juventud, por lo que dicho reportaje me impactó sobremanera.
 
Tras visionarlo bastantes veces aquellos meses, lo guardé en una estantería y allí permaneció durante veinte años aproximadamente. Veinte años es mucho tiempo, pero también es cierto que los loros viven mucho tiempo, y como yo no me había olvidado de ese loro, volví a buscar esa cinta, la rebobiné hasta encontrar el reportaje y la visioné de nuevo, emocionándome como la primera vez. Pero ¿seguiría vivo ese loro?
 
Volví a visionar ese reportaje, esta vez mucho más despacio y dándole a la pausa varias veces para tratar de encontrar las pistas que me indicasen quién era su dueño, dónde vivía, etc., para poder escribirle y preguntarle qué tal estaba el loro. Pero apenas si daban datos en dicho reportaje. Sólo aparecía el nombre de su dueña y la fecha de emisión. Con tan pobre información me metí en la página web de la televisión noruega (NRK) y empecé a buscar en sus archivos. Tan sólo aparecía, como información adicional, el nombre de la ciudad donde se había grabado el reportaje. Busqué para ver dónde estaba esa ciudad y… ¡no era una ciudad, era una región! Sólo tenía, pues, el nombre de una persona y el nombre de una región; es algo así como si en España enviamos una carta con los siguientes datos para que el cartero se la entregue al destinatario: “Pepe Pérez, valle del Jerte”.
 
No tenía más opciones, así que escribí una carta a esa persona y puse como único dato de su dirección el nombre de la región. Como por aquél entonces ya nos manejábamos en Internet, le detallé en mi carta cuál era mi dirección de e-mail para que le resultase más cómodo contestarme… si es que alguna vez le llegaba tan inusual carta.
 
¡Cuál no sería i sorpresa cuando al cabo de poco más de una semana me llegó un e-mail de esa persona! Lógicamente se mostraba muy sorprendida por mi interés en su loro y por el hecho de que el cartero hubiese sido capaz de localizarla. Me contó que el loro se llamaba Rulle y que ahora vivía con su hermano en la ciudad de Tromso, junto a otras muchas mascotas que tenía. Y por supuesto, me contó que seguía tan simpático, cariñoso y hablador como siempre.
 
Gracias a la excelente profesionalidad de los carteros (de los carteros noruegos en este caso) satisfice mi curiosidad y me llené de alegría al comprobar que aquél simpático loro sigue llevando una vida feliz.
 
Por si quieres disfrutarlo, aquí tienes unas secuencias de aquél reportaje de la televisión noruega:
 
“Un loro al teléfono”: https://youtu.be/XPgybJIdvE
 
“Un loro en la ducha”: https://youtu.be/SIflsiUp1Ww
 
“Un loro noruego muy animado”: https://youtu.be/QjKZTQ4BeGw


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viernes, 9 de julio de 2021

Cuanto más igualitario es un país mayor es la diferencia entre hombres y mujeres

Hombres y mujeres no son estereotipos culturales, sino realidades biológicas diferenciadas.
Como todavía hay gente que no se entera, hay que seguir haciendo estudios como este, que lo demuestren e incluso dejen bien claro que cuanto más igualitario es un país, mayor es la diferencia entre hombres y mujeres en cuanto a temperamento e interés.
 
Los autores de tan elocuente estudio son Hermundur Sigmundsson, profesor de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología en Trondheim y de los centros de investigación con vocación de Educación, de la Universidad de Islandia; y Bergsveinn Ólafsson, profesor de psicología y autor del libro “Diez pasos hacia una vida significativa”.
 
Un resumen de este estudio ha sido recogido en el digital diario “AZprensa”:
https://azpressnews.blogspot.com/2021/06/una-investigacion-desmonta-todos-los.html
 

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viernes, 2 de julio de 2021

Volver a la normalidad es posible

¡Lo ha vuelto a hacer! Islandia ha vuelto a colocarse como número 1 del mundo, en esta ocasión al demostrarnos cómo se puede volver a la antigua normalidad tras la pandemia de coronavirus.
 
Todos nos decían que ya nada volvería a ser como antes, que el mundo había sufrido un punto de inflexión y entrábamos en una nueva era que llamaban de la “nueva normalidad”. Sin embargo Islandia ha demostrado que es posible mantener todo lo que socialmente habíamos conseguido… otra cosa muy diferente es que los demás países sean capaces (o quieran) volver al estado de bienestar de que disfrutábamos antes en el mundo occidental.
 
Puedes leer la noticia publicada en el digital diario “AZprensa”: https://azpressnews.blogspot.com/2021/06/islandia-es-el-primer-pais-que-recupera.html
 

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