viernes, 25 de junio de 2021

Deseos convertidos en realidad

Aunque nunca me había parado a escribir sobre ello, siempre he sido consciente de que gran parte de mis deseos se convertían en realidad. Ahora, sin embargo me ceñiré a un caso reciente y que, quizás tiene más que ver con esas “coincidencias” que por doquier voy descubriendo, como si una especial vía de comunicación se hubiese establecido entre ese “alguien” y yo.
 
Desde hace tiempo vengo haciendo un intercambio muy especial con una amiga noruega. Yo le envío sellos de Noruega, que adquiero aquí en España (ella vive en un pequeño pueblo y, por lo tanto, no tiene ninguna Filatelia a mano) y ella me envía CD’s grabados con música moderna de su país.
 
Yo me limito a mantenerle actualizada la lista de los CD’s que tengo, indicando si me gustan mucho, regular o poco, para que así ella sepa cuáles son mis gustos musicales y me envíe cualquier cosa que se le ocurra que me pueda gustar.
 
Pues bien, haría unos 15 ó 20 días que le había enviado mi última carta con dicha lista actualizada y sin ninguna preferencia marcada. Yo estaba sentado frente al ordenador, buscando en Internet cosas de Noruega y entré en una “tienda virtual”. Allí encontré algunos CD’s y vi tres que me gustaría comprar, uno de Bjorn Eidsvag, otro de DDE y otro de Sissel Kyrkjebo que, por cierto, se llamaba “All good things”. Sin embargo,  como en aquella época estaba en sus inicios eso de las compras por Internet y no me gustaba hacerlas, me quedé con las ganas conseguir alguno de esos tres CD’s.
 
Dos días después abrí el buzón de correo y allí tenía una carta de mi amiga. Abrí el sobre y encontré un nuevo CD. ¿Cuál sería? A estas alturas creo que no sería difícil adivinar que uno de esos tres que he citado antes y, efectivamente, así era; en concreto, el de Sissel y su sugerente título “All good things”.
 
Como se puede ver era una coincidencia más, aunque en este caso, cuando se produjo mi visualización de aquél CD en Internet y mi deseo de comprarlo, el CD ya estaba realmente en camino, posiblemente llegando a España. Puede que mi amiga estuviese pensando si me gustaría el CD que ella había elegido, aunque el hecho en sí de su decisión y su compra lo había hecho varios días antes. Yo, desde luego, estaba pensando en ese momento que me gustaría tener ese CD. Pero, lo más curioso es que precisamente hubiese entrado en esa página de Internet y que en ella hubiesen puesto el citado CD porque ¿sabéis una cosa? Unos días atrás, no muchos, menos de una semana, yo había entrado en esa misma página, había revisado qué clase de CD’s vendían allí y…. el de Sissel no estaba entonces.


"No son coincidencias", de Vicente Fisac. Disponible en Amazon, en ediciones digital e impresa:

viernes, 18 de junio de 2021

El clon noruego

La casa necesitaba unas reformas. Había que acuchillar y barnizar el parquet y cambiar las puertas. Busqué diversas empresas de reformas pero.... deben ganar mucho dinero. Realmente cuando te hacen un trabajo y te lo cobran a precio de oro, lo que te están haciendo es un favor, y deberías dar gracias al cielo de que tú hayas sido el afortunado de tenerlos en tu casa el doble de tiempo de lo acordado, de haber tenido que mover tú mismo los muebles antes y después para que no se molesten (y no te los destrocen, por supuesto), limpiar a todas horas para no verte sumergido entre capas pleistocénicas de polvo, y pagarles al contado, por supuesto (si es que no les habías adelantado ya una buena parte del importe del trabajo). ¡Qué ingratos somos a veces! El caso es que fui buscando uno y otro hasta que encontré uno que se mostró ilusionado con la idea de hacer ese trabajo (¡Qué raro! ¡Alguien que quiere trabajar antes de exigir el dinero!) y quedamos en que al día siguiente vendría a casa para tomar medidas y hacer el presupuesto.
 
Al día siguiente hubo una llamada. No podía venir como habíamos acordado. Se disculpó y preguntó si podía pasar al día siguiente. “En fin” me dije “el hecho de llamar para avisar y disculparse ya es una buena señal”, así que quedamos para el día siguiente.
 
Como no iba a venir hasta última hora de la tarde, decidí pasarme por mi otra casa para comer allí y recoger unas cosas. Entre ellas estaba el correo y, justo ese día, encontré una carta de  mi  amigo  noruego  Ingar.  Nos conocíamos  desde  hacía muchos años y nos habíamos visto un par de veranos. En uno de ellos mi mujer y yo estuvimos en su casa y el año anterior, precisamente,  había inaugurado con él la nueva casa o “hytta” (casa de madera) que se había construido en las montañas. En esta carta me enviaba un cassette (me ha dado por añadir, a mi colección de música, grupos y cantantes escandinavos que no es posible encontrar en España) del cantante sueco Björn Afzelius. De regreso a casa para mi encuentro con el encargado de la empresa de reformas, iba escuchando la cinta que me había enviado esta vez.
 
Llegué con mi puntualidad habitual y le comenté a mi mujer la carta que acababa de recibir. Ingar era un buen amigo aunque vago a la hora de escribir. De hecho, nuestra correspondencia se cifraba en una carta al trimestre, aunque siempre venía acompañada de cassettes de música, cintas de video con imágenes de Noruega o un Calendario de pared cada Diciembre. Por mi parte yo le enviaba sellos y algún que otro autógrafo de gente famosa que podía conseguir y él añadía gustoso a su amplísima colección de autógrafos.
 
Sonó el timbre de la puerta y abrí: Allí estaba el encargado de la empresa de reformas que había pedido ir hoy en vez de ayer. Me quedé perplejo y mi mujer también. No pudimos menos que cambiar una mirada de asombro, comentarlo y decírselo también a él: era exactamente igual que mi amigo Ingar. La cara, el tipo, el pelo...
 
Una coincidencia de este tipo puede darse muchas veces. ¿Cuántas, si no, decimos “mira, ese se parece a fulanito”. Pero ¿cómo explicar que venga a casa el mismo día que recibo su carta  trimestral  y  que  incluso  haya  pedido  retrasarse un día para coincidir así con la recepción de su carta? Es como si de pronto se hubiera materializado un clon.
 
Por añadir, hasta podría poner una guinda: Estaba cenando –esa misma noche- y viendo la televisión. Emitieron un reportaje sobre el cáncer, una de las causas más importantes de muerte, incluyendo el testimonio de varias personas que habían superado la enfermedad, habían rehecho su vida y ahora -comentaban- veían las cosas de un modo diferente, dando más valor a todo. Este era, precisamente, el mensaje del programa.
 
Sólo es un detalle, nimio si se quiere, pero que se añade a todo lo demás. Ingar me decía en esa carta, que Björn Afzelius había muerto a primeros de ese año... de cáncer. Ahora, cada vez que escuche su música, no sólo pensaré en las “coincidencias” y en “a qué diantres están jugando con nosotros”, sino que también recordaré que debemos dar más valor a todas las pequeñas cosas de la vida.


"No son coincidencias", de Vicente Fisac. Disponible en Amazon, en ediciones digital e impresa:

viernes, 11 de junio de 2021

Alguien aparca por ti

¿Os habéis preguntado alguna vez por qué aparcamos en un sitio y no en otro? ¿Por qué motivo un buen día decidimos buscar hueco por unas calles por las que nunca antes habíamos pasado? ¿Conducimos realmente nuestro coche o... somos conducidos?
 
Se había estropeado el vídeo y tenía que llevarlo a arreglar. No era la primera vez que visitaba aquél servicio oficial de reparaciones y ya conocía de sobra las dificultades de aparcar en aquella zona. Habitualmente iba con mi mujer para dejar el coche mal aparcado pero con uno de los dos dentro para poder quitarlo en caso de que molestase a alguien (actitud rara, por cierto, en estas latitudes, ya que todo el mundo lo deja en doble fila sin que le importe lo más mínimo molestar a los demás). Aquella vez, sin embargo tuve que ir yo solo y, sin saber por qué decidí meterme por unas callejuelas adyacentes, por las que nunca antes había pasado, con objeto de encontrar algún sitio correcto para aparcar. Para mi sorpresa, tuve suerte y encontré un buen sitio. Aparqué. Levanté la vista y me quedé helado: Había aparcado al lado de un bar. Pero lo extraño no era eso, sino el nombre del bar: “Bel Canto”.
 
Aparte de lo original del nombre ¿qué tiene eso de extraño? Retrocedamos un día en el tiempo.
 
El día anterior había pasado por mi nueva casa (aún no vivíamos en ella) y recogí el correo. Entre las cartas había una de un amigo noruego que me enviaba una cinta de cassette con las canciones de  un grupo de pop noruego.  Guardé la cinta y, de regreso a casa no me dio tiempo suficiente a oírla toda, así que la dejé en el coche para terminar de escucharla al día siguiente.
 
Aproveché mi obligado desplazamiento al servicio de reparaciones del video, para terminar de escuchar la cinta. La música de un grupo extranjero, cuyos discos no se venden en nuestro país y que era completamente desconocido en España, iba sonando fuertemente por los altavoces mientras buscaba ávido un lugar para poder aparcar. Entré por una calle por la que nunca antes había circulado. ¡Albricias! Encontré un magnífico sitio para aparcar y así lo hice. Levanté la vista y vi el nombre del bar junto al que había aparcado, mientras en los altavoces de mi coche aún sonaba una de las canciones de ese grupo noruego llamado... ¡Bel Canto!


"No son coincidencias", de Vicente Fisac. Disponible en Amazon, en ediciones digital e impresa:

viernes, 4 de junio de 2021

Noruega me llamó en el corazón de Londres

Fue una Navidad en Londres. Sin embargo, no hacía mucho tiempo que había hecho realidad mi verdadero sueño que era visitar Noruega y no paraba de escribirme con gente de aquél país, coleccionar sellos y conseguir cuanta información pudiera para conocer mejor su historia, su cultura, su naturaleza... Por eso, aun estando aquella Navidad en Londres, mi corazón seguía en Noruega, vestía mi jersey noruego, e incluso cuando visité el museo de cera no puede resistir la tentación de hacerme una fotografía junto a la figura del rey Haakon V.
 
Una tarde fuimos a recorrer Hyde Park, como miles de turistas. Llevaba mi cámara fotográfica con la que solía sacar fotografías junto a los principales monumentos o rincones típicos... como todo el mundo. Pero aquella tarde sucedió algo distinto. Vi a lo lejos una enorme piedra de granito en mitad del césped, que llamó de inmediato mi atención y sentí el irrefrenable deseo de acercarme a ella y hacerme una foto. No era nada especial, ni nada típico. Era una simple mole de granito de forma irregular y sin tallar; vamos, un pedrusco enorme, redondeado y de unos 3 metros de altura, situado en mitad del parque. No tenía nada de especial, salvo una larga inscripción sobre la piedra que no me entretuve en leer. Ya estaba oscureciendo y aún teníamos mucho que ver, así que no perdí mucho tiempo y me hice la correspondiente foto, todo orgulloso, junto a esa piedra que no significaba nada para mí (al menos eso era lo que yo creía).
 
Ya de regreso en Madrid, llevé a revelar las fotos, las vi, las ordené, las guardé en el álbum, las enseñé a los familiares... No fue hasta mucho tiempo después en que –mirando de nuevo las fotos- me pregunté qué es lo que habría escrito en la superficie de aquella roca.  Afortunadamente  la  foto  era de buena calidad y con ayuda de una lupa pude descifrar el mensaje. Decía así: “This stone was erected by the royal Norwegian navy and the Norwegian merchant fleet in the year 1978. We thank the British people from friendship and hospitality during the Second World War. You gave us a safe haven in our common struggle for freedom and peace”. ¡Una piedra noruega, un trozo de aquél país en mitad de Londres!
 
¿Qué impulso me llevó a hacerme una foto junto a esa piedra? Por supuesto que si hubiese sabido que procedía de Noruega hubiera ido sin dudarlo hacia allí y me hubiera hecho la foto; pero ni lo sabía ni me di cuenta hasta mucho tiempo más tarde. Fue como si “alguien” me hubiese gastado una broma diciendo “estás tan pesado con todo lo de Noruega que ¡toma! aquí tienes un pedazo de ese país para que te lo lleves de recuerdo”.
 
Aquél fue el comienzo y poco a poco fui descubriendo la enorme cantidad de coincidencias que se acumulan sin que apenas nos demos cuenta. ¿Tan sordos y ciegos estamos que no nos damos cuenta que nos están llamando? ¿Que nos están alertando? ¿Que nos quieren decir algo?


"No son coincidencias", de Vicente Fisac. Disponible en Amazon, en ediciones digital e impresa: