A
mitad de camino hicimos una parada, no para descansar sino para recrearnos en
aquellos maravillosos paisajes y –sobre todo- para cambiar de conductor y que
así cada uno de nosotros tuviese la oportunidad de conducir la moto de nieve.
Fue también un momento ideal para hacer fotografías y comprobar cómo a alguna
chica se le habían congelado las pestañas, y es que aquella climatología no es
para presumir y hay que llevar todo bien tapado, hasta la cabeza con el caso
protector.
No hay comentarios:
Publicar un comentario