Cruzar
el círculo polar Ártico por primera vez tiene una significación especial y como
tal, dispone de su propia liturgia, en este caso, la tradición Sami. Al llegar
al campamento y dejar aparcadas las motos de nieve, cada equipo se metió en una
tienda para realizar el rito de iniciación a ese nuevo mundo que se abre por
encima del círculo polar Ártico. Nos recibió un sami ataviado con su traje
típico y, por uno de los guías que nos acompañaba y que hacía en este caso las
veces de intérprete, nos fuimos enterando de lo que hacía y decía. En
principio, lo mejor de todo era que allí dentro de la tienda, estaba encendido
el fuego de una hoguera y su calor reconfortante era muy de agradecer.
El
maestro de ceremonias hundió sus dedos en la ceniza de la hoguera y nos hizo un
símbolo en la frente a cada uno, mientras pronunciaba unas palabras. Después,
para sorpresa de todos, sacó un enorme cuchillo y –tal como nos avisó el traductor-
nos anunció que nos iba a hecr un corte en el cogote, pero que no nos dolería.
Alguno tragó saliva, a algún otro se le encogieron –más aún- ciertas partes de
su cuerpo. Otros, confiamos que la sangre no llegara al río. Efectivamente
sentimos cómo el frío de la hoja del cuchillo nos helaba el cogote… pero en
realidad no era la parte del filo sino la otra, la cual iba acompañada de un
puñadito de nieve para dar la sensación de que efectivamente nos estaba haciendo
un corte.
Finalmente
retiró del fuego una jarra que –según dos dijo- contenía leche de reno (me
imagino que se refería a leche de “rena” no de reno) y fuimos bebiendo de la
misma, y como además estaba calentita, nos entonó el cuerpo.
Cumplida
la ceremonia, ya estábamos listos para empezar a competir…
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