La
verdad es que nosotros poco teníamos que hacer –salvo mantener el equilibrio en
el trineo- porque los perros se conocían perfectamente el recorrido y lo seguían
a toda velocidad posiblemente sin hacer ni puñetero caso de nuestras
instrucciones y gritos de ánimo. Tan acostumbrados estaban, que no hubo ningún
vuelco ni accidente, a pesar que el recorrido tenía desniveles y curvas.
Cuando
los perros veían que la meta estaba cerca, ellos mismos se animaban y
aceleraban para quitarse cuanto antes de encima a esos pardillos que les habían
puesto en el trineo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario