Cuando el sol se asoma por algún pequeño resquicio entre las
nubes, todo adquiere otro color en Islandia. Los objetos dibujan –por fin- sus
perfiladas sombras sobre el suelo y el mar resplandece con su luz cegadora y
tanto tiempo añorada.
Cuando el sol se asoma hay que salir al exterior para
sentirlo, y disfrutar de esos efímeros momentos que llenan de esperanza y de
calor el alma de los habitantes de estas tierras de paz y de misterio.
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