Así decimos por aquí y así se comportó mi pequeño utilitario
con el que recorrí una buena parte de Islandia. Lo metí por carreteras de
tierra para conocer a fondo esa Islandia fuera de la ruta habitual de los
autocares de turistas –aunque también fui a los sitios típicos- y respondió de
maravilla durante toda mi estancia. Eso sí, el coche era prácticamente nuevo,
en perfecto estado y con muy pocos kilómetros. Allí no sucede como en otros
países del sur de Europa (y no digamos ya de otros lugares más atrasados) en
donde como lo habitual es que te entreguen un coche con muchos miles de
kilómetros, el depósito de gasolina en rojo, el aceite bajo mínimos, ruedas y pastillas
de freno gastadas, carburador obstruido, suspensión destrozada...
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