De la ballena, como del cerdo, se aprovecha todo: su carne,
su grasa... hasta las cerdas de su boca... Este esqueleto hacía de reclamo para
que los turistas subiesen a un barco para una excursión por el mar para divisar
y fotografiar ballenas. A mí, sin embargo, lo que hizo fue abrirme el apetito,
y la verdad es que no tardé mucho en hincarle el diente a mi primer filete de
ballena. A pesar de su descomunal tamaño, la ballena tiene depredadores: yo.
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