El ruido de los motores de más de cincuenta motos era
ensordecedor y parecía querer calentar la noche con su estruendo… pero la noche
(en realidad la tarde) no se calentaba ni por esas.
Nos montamos dos en cada
moto sabiendo que a mitad de camino haríamos una parada para intercambiar
puestos, y fuimos saliendo en fila india para no perdernos en la noche (o sea,
la tarde) helada.
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