La bebida caliente nos entonó por dentro, pero también
había que entonarnos por fuera, así que nos acercamos a las hogueras todo lo
que pudimos y como polillas, dábamos vueltas a su alrededor para calentar todo
nuestro cuerpo.
Una vez hubimos descansado un poco, proseguimos nuestro viaje
hasta llegar a un magnífico restaurante en donde nos servirían una opípara cena
y en donde podríamos beber alcohol ya que el regreso hasta el hotel sería en
autobús.
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