Esta era nuestra segunda experiencia conduciendo motos de
nieve, aunque la vez anterior era de día y ahora era de noche. Ahora el frío
era más intenso, es decir, debía estar algo por debajo de los -20ºC y la
sensación térmica era de más frío aún por el viento. Afortunadamente las motos
de nieve estaban perfectamente preparadas para las inclemencias del tiempo y
así las manos (que llevábamos enguantas) se introducían en otro guante que
formaba parte del manillar y al tocar ese manillas notábamos cómo este tenía
calefacción y nos transmitía un agradable calor a las manos.
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