Después
de organizarnos por equipos, con nuestros respectivos dorsales, nos mostraron
una larga fila de motos de nieve que –cubiertas de nieve- esperaban para que
las pilotásemos; pero para ello era necesario tener primero unos conocimientos
básicos, así que escuchamos con atención las instrucciones que nos dio el guía.
En
realidad es muy fácil conducir una moto de nieve, ya que es muy fácil mantener
la estabilidad (aunque siendo aquél un numeroso grupo de españoles ya se puede
suponer que más de uno volcó) y los mandos son tan sencillos como acelerar y
frenar. Lo mejor, y más sorprendente, es que las motos llevaban incorporado
junto al manillar una especie de manopla por donde metías tus manos enguantadas
y te protegían más aún del frío, y por si estos fuera poco, una vez en marcha,
el manillar que utilizabas para conducirla se calentaba para mantenerte a buena
temperatura las manos.
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