Cuando
por fin dejé todo acomodado en mi hotel, me dispuse a bajar al centro de la
ciudad y, a decir verdad, el verbo bajar está muy bien empleado porque el
camino era cuesta abajo. Rodeado de árboles y vegetación, por una calle poco
transitada, iba pasando de vez en cuando por algún edificio y en uno de ellos
me saludó este amigo. Yo le devolví el saludo… pero después me di cuenta que
estaba disecado.
Y
este no fue el único oso polar que vi en esta ciudad, aunque todos los que tuve
ocasión de ver, e incluso de fotografiarme con ellos, estaban igualmente
disecados.
Si continúas acompañándome en este viaje, verás que fueron muchos los osos polares que salieron a mi encuentro, unos de pie, otros durmiendo, otros de compras, y hasta algunos borrachos... Este promete ser un viaje lleno de sorpresas y descubrimientos y sobre todo de introspección ppersonal para conocernos mejor a nosotros mismos, que eso es lo que te facilita la impresionante naturaleza de Noruega, la paz y tranquilidad reinante y la educación y respeto que a toda hora y lugar está presente...
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