Durante mi infancia tuve la suerte de vivir en un pequeño
pueblo del centro de España (Daimiel, Ciudad Real), un pueblo que vivía
básicamente de la agricultura: viñas como cultivo más destacado, pero también
cereales, olivos, productos hortícolas, etc. A la entrada del pueblo, en un
gran silo para almacenar los granos de cereales, destacaba un gran mural en
cerámica anunciando el “Nitrato de Noruega”. Así que, cuando levanté mi vista
de niño hacia el cielo pudo vislumbrar el nombre del país que llenaría y
colmaría todos mis sueños.
Muchos años después encontré una reproducción de aquél
anuncio en el Museo de la Cerámica de Manises (Valencia) y, por supuesto,
compré una reproducción del mismo. Lo que vieron los ojos de aquél niño en su
infancia, será también lo último que vean cuando partan de este mundo.
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