No se puede entender Islandia sin el viento, personaje omnipresente que no podía faltar en nuestra primera visita que fue al barrio de Seltjarnarnes, en las afueras de Reykjavik, en donde vivían Daniel y Stella en una magnífica casa, y donde también vivían su hija y sus nietas en otra casa que para sí quisieran muchos actores de Hollywood. Su salón inmenso, con ventanas gigantescas y capacidad para grandes fiestas (piano incluido) daba a un jardín y un porche en el que su marido estaba instalando un jacuzzi para poder relajarse en agua termal, al aire libre, en cualquier época del año. Por su parte, Daniel, había acristalado una terraza que -convertida en salón invernadero- les permitía gozar de la luz aunque la temperatura exterior estuviese bajo cero.
Tanto las casas como los edificios y monumentos, son todos modernos (los pocos edificios antiguos que hay en la isla no se remontan más allá de 1.800. En la imagen (de derecha a izquierda), Mufi, con la melena recogida, Marmo, Ballenator y detrás Daniel, suben una colina azotada por el viento.
Puede que sea el viento el que hace que el cielo esté siempre en constante movimiento. “Aquí el tiempo cambia muy deprisa” repetía Pelos de susto una y otra vez; y en efecto cada pocos minutos cambiaba el aspecto y la luminosidad del cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario