Es un monolito hueco de 34 metros de longitud, uno de cuyos extremos (la entrada) reposa sobre tierra firme mientras que el otro queda completamente sumergido a 5 metros de profundidad. Por consiguiente se entra desde tierra firme y se desciende hasta llegar a la zona de bar y de restaurante, que tiene una capacidad de 100 personas.
Allí
puedes comer o cenar mientras contemplas la fauna y flora marina, pero… ¿y si
los peces no están por la labor y no les apetece acercarse por ahí para que los
veas? Pues también han pensado en eso: han colocado unas luces en el exterior
para atraer a los peces y han construido las paredes exteriores rugosas para
facilitar la proliferación de un arrecife pleno de vida.
Por lo tanto la vista de bacalaos, abadejos, peces cebra, langostas, etc. curioseando por ahí está garantizada, y como música, el golpear de las olas contra el restaurante que, consciente de esto, ha colocado unos cristales y unos muros de hormigón capaces de resistir tanto la presión del agua como el oleaje durante las tormentas.
Y
para aquellos sibaritas que sólo piensen en la comida, decir que su cocinero
jefe trabajó en el restaurante gourmet Maltid (Kristiansand) y en el estrella
Michelin Henne Kirkeby Kro en Dinamarca, y ha puesto a disposición de los
comensales un amplio, variado y exquisito menú.
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