Todas
las fotografías reflejan momentos de nuestra vida y todas tienen por
consiguiente su historia, pero hay algunas cuya historia merece ser contada y
esta que adjunto aquí es una de ellas.
Como
podéis ver en la foto –que por otra parte no es de muy buena calidad- se ve en
ella a una joven (mi esposa) junto a un edificio. Así a simple vista, nada de
particular. Lo interesante es lo que no se ve.
Para
que saliesen ella y ese edificio en la misma foto, le dije que cruzase la calle
y yo me quedé en la otra acera preparando el objetivo más adecuado para la foto.
Eran tiempos de cámaras con ópticas intercambiables, carretes de fotos que no
podías saber si te habían salido bien o mal hasta que los revelabas muchos días
más tarde, etc.; y yo era bastante lento a la hora de preparar el encuadre,
ajustar la velocidad de obturación, la abertura de diafragma, el ángulo del
disparo… mucha parafernalia para luego sacar fotos mediocres en la mayor parte
de las ocasiones.
En
esas estábamos, ella en una acera y yo en la otra preparándome para hacer la
foto, hasta que por fin disparé y levanté la vista. ¡Cual no sería mi sorpresa
cuando vi que un autobús de pasajeros (con pasajeros dentro) se había detenido
en mitad de la calle para no estropearme aquél momento, dejándome que yo pudiese
tomar la foto tranquilamente! Después, cuando levanté la vista y me di cuenta
de lo sucedido le hice un gesto de “gracias” y el conductor me sonrió y
prosiguió su camino.
Esto
sucedió en Oslo (Noruega) y jamás habría sucedido en España; aquí, yo hubiera
disparado la foto y al revelarla me hubiera encontrado con un primer plano del
autobús al pasar por delante de mi objetivo.
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