Cuando yo era pequeño (mitad del siglo XX) leí que en
Islandia no había árboles, que siglos atrás talaron los pocos que había para
construir casas y barcos y después, con tan inhóspito clima, apenas si habían
quedado árboles y si crecía alguno lo hacía de forma débil constantemente
abatido por el viento y el frío.
¿Qué decir de un país que ama y respeta la naturaleza y
sabe convivir respetuosamente con ella? Porque así son los islandeses. Desde
entonces han estado cuidando su naturaleza y hoy en día son muchos los árboles
e incluso bosquecillos que se pueden ver por Islandia. No es nada comparable,
por supuesto, a los bosques de Europa central, por ejemplo, porque en Islandia
y viento constante, el frío y las heladas, frenan la proliferación de los
árboles que nunca llegan a alcanzar un gran porte. Sin embargo cada vez hay más
árboles en este país a pesar de las permanentes adversidades climatológicas.
Puedo decir con eterno agradecimiento la suerte y el
honor que tuve al permitirme contribuir a este resurgimiento de los árboles en
Islandia. Cuando visité este país me invitaron a plantar un árbol y así lo hice.
Hoy día sigue creciendo igual de fuerte que mi amor por este país y por sus
gentes.
En la imagen, el árbol que planté y sigue creciendo allí.
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