¿Os habéis preguntado alguna vez por qué aparcamos en un
sitio y no en otro? ¿Por qué motivo un buen día decidimos buscar hueco por unas
calles por las que nunca antes habíamos pasado? ¿Conducimos realmente nuestro
coche o... somos conducidos?
Se había estropeado el vídeo y tenía que llevarlo a
arreglar. No era la primera vez que visitaba aquél servicio oficial de
reparaciones y ya conocía de sobra las dificultades de aparcar en aquella zona.
Habitualmente iba con mi mujer para dejar el coche mal aparcado pero con uno de
los dos dentro para poder quitarlo en caso de que molestase a alguien (actitud
rara, por cierto, en estas latitudes, ya que todo el mundo lo deja en doble
fila sin que le importe lo más mínimo molestar a los demás). Aquella vez, sin
embargo tuve que ir yo solo y, sin saber por qué decidí meterme por unas
callejuelas adyacentes, por las que nunca antes había pasado, con objeto de
encontrar algún sitio correcto para aparcar. Para mi sorpresa, tuve suerte y
encontré un buen sitio. Aparqué. Levanté la vista y me quedé helado: Había
aparcado al lado de un bar. Pero lo extraño no era eso, sino el nombre del bar:
“Bel Canto”.
Aparte de lo original del nombre ¿qué tiene eso de
extraño? Retrocedamos un día en el tiempo.
El día anterior había pasado por mi nueva casa (aún no
vivíamos en ella) y recogí el correo. Entre las cartas había una de un amigo
noruego que me enviaba una cinta de cassette con las canciones de un grupo de pop noruego. Guardé la cinta y, de regreso a casa no me
dio tiempo suficiente a oírla toda, así que la dejé en el coche para terminar
de escucharla al día siguiente.
Aproveché mi obligado desplazamiento al servicio de
reparaciones del video, para terminar de escuchar la cinta. La música de un
grupo extranjero, cuyos discos no se venden en nuestro país y que era
completamente desconocido en España, iba sonando fuertemente por los altavoces
mientras buscaba ávido un lugar para poder aparcar. Entré por una calle por la
que nunca antes había circulado. ¡Albricias! Encontré un magnífico sitio para
aparcar y así lo hice. Levanté la vista y vi el nombre del bar junto al que
había aparcado, mientras en los altavoces de mi coche aún sonaba una de las
canciones de ese grupo noruego llamado... ¡Bel Canto!
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