Aunque nunca me había
parado a escribir sobre ello, siempre he sido consciente de que gran parte de
mis deseos se convertían en realidad. Ahora, sin embargo me ceñiré a un caso
reciente y que, quizás tiene más que ver con esas “coincidencias” que por
doquier voy descubriendo, como si una especial vía de comunicación se hubiese
establecido entre ese “alguien” y yo.
Desde hace tiempo vengo haciendo un intercambio muy
especial con una amiga noruega. Yo le envío sellos de Noruega, que adquiero
aquí en España (ella vive en un pequeño pueblo y, por lo tanto, no tiene
ninguna Filatelia a mano) y ella me envía CD’s grabados con música moderna de
su país.
Yo me limito a mantenerle actualizada la lista de los
CD’s que tengo, indicando si me gustan mucho, regular o poco, para que así ella
sepa cuáles son mis gustos musicales y me envíe cualquier cosa que se le ocurra
que me pueda gustar.
Pues bien, haría unos 15 ó 20 días que le había enviado
mi última carta con dicha lista actualizada y sin ninguna preferencia marcada.
Yo estaba sentado frente al ordenador, buscando en Internet cosas de Noruega y
entré en una “tienda virtual”. Allí encontré algunos CD’s y vi tres que me
gustaría comprar, uno de Bjorn Eidsvag, otro de DDE y otro de Sissel Kyrkjebo
que, por cierto, se llamaba “All good things”. Sin embargo, como en aquella época estaba en sus inicios
eso de las compras por Internet y no me gustaba hacerlas, me quedé con las
ganas conseguir alguno de esos tres CD’s.
Dos días después abrí el buzón de correo y allí tenía una
carta de mi amiga. Abrí el sobre y encontré un nuevo CD. ¿Cuál sería? A estas
alturas creo que no sería difícil adivinar que uno de esos tres que he citado
antes y, efectivamente, así era; en concreto, el de Sissel y su sugerente
título “All good things”.
Como se puede ver era una coincidencia más, aunque en
este caso, cuando se produjo mi visualización de aquél CD en Internet y mi
deseo de comprarlo, el CD ya estaba realmente en camino, posiblemente llegando
a España. Puede que mi amiga estuviese pensando si me gustaría el CD que ella
había elegido, aunque el hecho en sí de su decisión y su compra lo había hecho
varios días antes. Yo, desde luego, estaba pensando en ese momento que me
gustaría tener ese CD. Pero, lo más curioso es que precisamente hubiese entrado
en esa página de Internet y que en ella hubiesen puesto el citado CD porque
¿sabéis una cosa? Unos días atrás, no muchos, menos de una semana, yo había
entrado en esa misma página, había revisado qué clase de CD’s vendían allí y….
el de Sissel no estaba entonces.
viernes, 25 de junio de 2021
viernes, 18 de junio de 2021
El clon noruego
La casa necesitaba unas reformas. Había que acuchillar y
barnizar el parquet y cambiar las puertas. Busqué diversas empresas de reformas
pero.... deben ganar mucho dinero. Realmente cuando te hacen un trabajo y te lo
cobran a precio de oro, lo que te están haciendo es un favor, y deberías dar
gracias al cielo de que tú hayas sido el afortunado de tenerlos en tu casa el
doble de tiempo de lo acordado, de haber tenido que mover tú mismo los muebles
antes y después para que no se molesten (y no te los destrocen, por supuesto),
limpiar a todas horas para no verte sumergido entre capas pleistocénicas de
polvo, y pagarles al contado, por supuesto (si es que no les habías adelantado
ya una buena parte del importe del trabajo). ¡Qué ingratos somos a veces! El
caso es que fui buscando uno y otro hasta que encontré uno que se mostró
ilusionado con la idea de hacer ese trabajo (¡Qué raro! ¡Alguien que quiere
trabajar antes de exigir el dinero!) y quedamos en que al día siguiente vendría
a casa para tomar medidas y hacer el presupuesto.
Al día siguiente hubo una llamada. No podía venir como
habíamos acordado. Se disculpó y preguntó si podía pasar al día siguiente. “En
fin” me dije “el hecho de llamar para avisar y disculparse ya es una buena
señal”, así que quedamos para el día siguiente.
Como no iba a venir hasta última hora de la tarde, decidí
pasarme por mi otra casa para comer allí y recoger unas cosas. Entre ellas
estaba el correo y, justo ese día, encontré una carta de mi
amigo noruego Ingar.
Nos conocíamos desde hacía muchos años y nos habíamos visto un par
de veranos. En uno de ellos mi mujer y yo estuvimos en su casa y el año
anterior, precisamente, había inaugurado
con él la nueva casa o “hytta” (casa de madera) que se había construido en las
montañas. En esta carta me enviaba un cassette (me ha dado por añadir, a mi
colección de música, grupos y cantantes escandinavos que no es posible
encontrar en España) del cantante sueco Björn Afzelius. De regreso a casa para
mi encuentro con el encargado de la empresa de reformas, iba escuchando la
cinta que me había enviado esta vez.
Llegué con mi puntualidad habitual y le comenté a mi
mujer la carta que acababa de recibir. Ingar era un buen amigo aunque vago a la
hora de escribir. De hecho, nuestra correspondencia se cifraba en una carta al
trimestre, aunque siempre venía acompañada de cassettes de música, cintas de
video con imágenes de Noruega o un Calendario de pared cada Diciembre. Por mi
parte yo le enviaba sellos y algún que otro autógrafo de gente famosa que podía
conseguir y él añadía gustoso a su amplísima colección de autógrafos.
Sonó el timbre de la puerta y abrí: Allí estaba el
encargado de la empresa de reformas que había pedido ir hoy en vez de ayer. Me
quedé perplejo y mi mujer también. No pudimos menos que cambiar una mirada de
asombro, comentarlo y decírselo también a él: era exactamente igual que mi
amigo Ingar. La cara, el tipo, el pelo...
Una coincidencia de este tipo puede darse muchas veces.
¿Cuántas, si no, decimos “mira, ese se parece a fulanito”. Pero ¿cómo explicar
que venga a casa el mismo día que recibo su carta trimestral
y que incluso
haya pedido retrasarse un día para coincidir así con la
recepción de su carta? Es como si de pronto se hubiera materializado un clon.
Por añadir, hasta podría poner una guinda: Estaba cenando
–esa misma noche- y viendo la televisión. Emitieron un reportaje sobre el
cáncer, una de las causas más importantes de muerte, incluyendo el testimonio
de varias personas que habían superado la enfermedad, habían rehecho su vida y
ahora -comentaban- veían las cosas de un modo diferente, dando más valor a
todo. Este era, precisamente, el mensaje del programa.
Sólo es un detalle, nimio si se quiere, pero que se añade
a todo lo demás. Ingar me decía en esa carta, que Björn Afzelius había muerto a
primeros de ese año... de cáncer. Ahora, cada vez que escuche su música, no
sólo pensaré en las “coincidencias” y en “a qué diantres están jugando con
nosotros”, sino que también recordaré que debemos dar más valor a todas las
pequeñas cosas de la vida.
viernes, 11 de junio de 2021
Alguien aparca por ti
¿Os habéis preguntado alguna vez por qué aparcamos en un
sitio y no en otro? ¿Por qué motivo un buen día decidimos buscar hueco por unas
calles por las que nunca antes habíamos pasado? ¿Conducimos realmente nuestro
coche o... somos conducidos?
Se había estropeado el vídeo y tenía que llevarlo a
arreglar. No era la primera vez que visitaba aquél servicio oficial de
reparaciones y ya conocía de sobra las dificultades de aparcar en aquella zona.
Habitualmente iba con mi mujer para dejar el coche mal aparcado pero con uno de
los dos dentro para poder quitarlo en caso de que molestase a alguien (actitud
rara, por cierto, en estas latitudes, ya que todo el mundo lo deja en doble
fila sin que le importe lo más mínimo molestar a los demás). Aquella vez, sin
embargo tuve que ir yo solo y, sin saber por qué decidí meterme por unas
callejuelas adyacentes, por las que nunca antes había pasado, con objeto de
encontrar algún sitio correcto para aparcar. Para mi sorpresa, tuve suerte y
encontré un buen sitio. Aparqué. Levanté la vista y me quedé helado: Había
aparcado al lado de un bar. Pero lo extraño no era eso, sino el nombre del bar:
“Bel Canto”.
Aparte de lo original del nombre ¿qué tiene eso de
extraño? Retrocedamos un día en el tiempo.
El día anterior había pasado por mi nueva casa (aún no
vivíamos en ella) y recogí el correo. Entre las cartas había una de un amigo
noruego que me enviaba una cinta de cassette con las canciones de un grupo de pop noruego. Guardé la cinta y, de regreso a casa no me
dio tiempo suficiente a oírla toda, así que la dejé en el coche para terminar
de escucharla al día siguiente.
Aproveché mi obligado desplazamiento al servicio de
reparaciones del video, para terminar de escuchar la cinta. La música de un
grupo extranjero, cuyos discos no se venden en nuestro país y que era
completamente desconocido en España, iba sonando fuertemente por los altavoces
mientras buscaba ávido un lugar para poder aparcar. Entré por una calle por la
que nunca antes había circulado. ¡Albricias! Encontré un magnífico sitio para
aparcar y así lo hice. Levanté la vista y vi el nombre del bar junto al que
había aparcado, mientras en los altavoces de mi coche aún sonaba una de las
canciones de ese grupo noruego llamado... ¡Bel Canto!
viernes, 4 de junio de 2021
Noruega me llamó en el corazón de Londres
Fue una Navidad en Londres. Sin embargo, no hacía mucho
tiempo que había hecho realidad mi verdadero sueño que era visitar Noruega y no
paraba de escribirme con gente de aquél país, coleccionar sellos y conseguir
cuanta información pudiera para conocer mejor su historia, su cultura, su
naturaleza... Por eso, aun estando aquella Navidad en Londres, mi corazón
seguía en Noruega, vestía mi jersey noruego, e incluso cuando visité el museo
de cera no puede resistir la tentación de hacerme una fotografía junto a la
figura del rey Haakon V.
Una tarde fuimos a recorrer Hyde Park, como miles de
turistas. Llevaba mi cámara fotográfica con la que solía sacar fotografías
junto a los principales monumentos o rincones típicos... como todo el mundo.
Pero aquella tarde sucedió algo distinto. Vi a lo lejos una enorme piedra de
granito en mitad del césped, que llamó de inmediato mi atención y sentí el
irrefrenable deseo de acercarme a ella y hacerme una foto. No era nada
especial, ni nada típico. Era una simple mole de granito de forma irregular y
sin tallar; vamos, un pedrusco enorme, redondeado y de unos 3 metros de altura,
situado en mitad del parque. No tenía nada de especial, salvo una larga
inscripción sobre la piedra que no me entretuve en leer. Ya estaba oscureciendo
y aún teníamos mucho que ver, así que no perdí mucho tiempo y me hice la
correspondiente foto, todo orgulloso, junto a esa piedra que no significaba
nada para mí (al menos eso era lo que yo creía).
Ya de regreso en Madrid, llevé a revelar las fotos, las
vi, las ordené, las guardé en el álbum, las enseñé a los familiares... No fue
hasta mucho tiempo después en que –mirando de nuevo las fotos- me pregunté qué
es lo que habría escrito en la superficie de aquella roca. Afortunadamente la
foto era de buena calidad y con
ayuda de una lupa pude descifrar el mensaje. Decía así: “This stone was erected by the royal Norwegian navy and the
Norwegian merchant fleet in the year 1978. We thank the British people from
friendship and hospitality during the Second World War. You gave us a safe
haven in our common struggle for freedom and peace”. ¡Una piedra noruega, un trozo de aquél país en mitad de Londres!
¿Qué impulso me llevó a hacerme una foto junto a esa
piedra? Por supuesto que si hubiese sabido que procedía de Noruega hubiera ido
sin dudarlo hacia allí y me hubiera hecho la foto; pero ni lo sabía ni me di
cuenta hasta mucho tiempo más tarde. Fue como si “alguien” me hubiese gastado
una broma diciendo “estás tan pesado con todo lo de Noruega que ¡toma! aquí
tienes un pedazo de ese país para que te lo lleves de recuerdo”.
Aquél fue el comienzo y poco a poco fui descubriendo la
enorme cantidad de coincidencias que se acumulan sin que apenas nos demos
cuenta. ¿Tan sordos y ciegos estamos que no nos damos cuenta que nos están
llamando? ¿Que nos están alertando? ¿Que nos quieren decir algo?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)