Aunque
haya nacido en España, me siento más noruego que español, y esto no es de ahora
sino desde siempre. En efecto, desde que era niño sentí una especial afinidad
por los países nórdicos y en especial por Noruega e Islandia. Este “feeling”
fue acrecentándose con los años y, ya en la edad adulta, tuve la suerte de que
mi la compañía para la que trabajaba se fusionase con una empresa sueca, lo que
me permitió viajar muchas veces a Noruega y Suecia. Pero no sólo disfruté de
viajes de trabajo (que también llevaban aparejada –afortunadamente- una buena dosis
de turismo y diversión) sino que otras muchas veces aproveché mis vacaciones de
verano para viajar a esos países (en especial a Noruega) y conocer personalmente
a algunos amigos a quienes la afición por la filatelia nos había puesto en
contacto previamente.
Puedo
decir con fundamento que conozco Noruega, no sólo por haberla visitado varias
veces, sino porque aquellos viajes no fueron como turista sino como huésped de
amigos noruegos, pudiendo conocer así cómo es la vida normal del día a día.
Con
todo esto no quiero decir que no me guste España, que también tiene sus cosas
buenas; ni que esté ciego y no reconozca que Noruega tiene cosas malas (que
alguna también tiene), pero si hay que hacer alguna recomendación en cuanto a
ventajas e inconvenientes de cada uno de estos países, me reafirmo en cuanto
publiqué en este otro blog:
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