Vivir en Islandia
tiene, como en cualquier otro país, sus ventajas y sus inconvenientes. Este
país ha sido reconocido por sus propios habitantes como el mejor lugar para
vivir y es cierto que es uno de los países con más alto nivel de vida, al igual que también posee la esperanza de
vida más alta. A ello puede contribuir el que su entorno sea el más saludable
de Europa: ciudades sin humo junto con el aire y el agua más limpios del
continente. Son pocos habitantes (320.000
en más de 100.000 km2) y no hay ni aglomeraciones ni grandes fábricas
que contaminen. Su naturaleza es una de las últimas que quedan en nuestro
planeta en estado virgen. Por otra parte, la seguridad social y
el sistema educativo son de alta calidad y los islandeses se encuentran entre
las personas más cultas de Europa.
Los precios son bastante altos, pero también los salarios, y
el trabajo es algo en lo que todos se empeñan desde la juventud,
compatibilizándolo con los estudios, al menos durante los períodos de vacaciones.
Desde muy jóvenes saben lo que es el trabajo y el estudio. La mayoría de las
personas dispone de casa propia, buenos coches y toda clase de comodidades. Los
impuestos son muy altos, pero también lo son las prestaciones sociales.
En el lado negativo cabría señalar su climatología y los
largos inviernos sin luz solar. Incluso los islandeses, adaptados a ello, se
deprimen y –relacionado o no con este hecho- Islandia presenta uno de los
índices de suicidio más altos de Europa. Salvo las grandes ciudades como
Reykjavik (la capital) y Akurery
(en el norte), no hay
prácticamente nada salvo glaciares, volcanes, desiertos de
lava, ríos, animales y pequeños pueblos. La vida humana se concentra en muy
pocos lugares y casi ninguno de ellos multitudinario, tal como acostumbra a ser
en la mayor parte de la Europa continental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario