lunes, 18 de agosto de 2008

019.- Arboles en Islandia

La llegada a casa de Magnus, un policía jubilado que saludó personalmente al rey Juan Carlos en la última visita que hizo a aquél país, deparó dos sorpresas. La primera, una excelente comida-merienda-cena. No sabría explicar muy bien qué fue aquello: a media tarde, una combinación de café, coca-cola, embutidos, sardinas, pasteles, tartas, patés, quesos... dulce y salado todo junto en cantidades que no fuimos capaces de agotar, pero que saciaron nuestra hambre y nos prepararon para la segunda sorpresa: plantar cuatro árboles. Allí estaban los plantones, el abono, las herramientas... y cada uno de nosotros plantó un árbol. A partir de ahora, algo nuestro crecerá también cada día en Islandia.

Hace apenas unas décadas, prácticamente no existían árboles en Islandia: el duro clima y la necesidad de madera para barcos y calefacción agotó hace siglos las pocas existencias. Sin embargo, el aprovechamiento de los manantiales de agua caliente para calentar casas e invernaderos y producir energía eléctrica, ha llevado a los islandeses a una sana obsesión por repoblar su país. Tanto en las ciudades como en sus campos, se ven ahora cientos de árboles que, a pesar de viento, el frío y el largo invierno, consiguen salir adelante. Un ejemplo más de la tenacidad del hombre que quiere vivir en armonía con su planeta y no a costa de él.

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